TARDES EN TORNO AL RELATO ERÓTICO


Espacio de encuentro de escritores, lectores, fotógrafos, cocineros, limpiabotas, diseñadores, gafapastas, basureros, periodistas, golfos y amantes de la literatura erótica.

Nos encontramos un domingo al mes para leer y compartir relatos eróticos. ¿Te apuntas?

martes, 13 de marzo de 2012

LA ENFERMERA REINCIDENTE


Relato con las palabras de la Primera Sesión: Buhardilla, Mantilla, Anilla, Corazón, Insinuar, Caos, Azul, Calor



No lo puedo evitar: soy una hija de puta. Me encanta volver locos a los pacientes masculinos. Con los que disfruto especialmente son con los recién operados de fimosis. Basta con dejarme un botón abierto de más e insinuar entrepierna, para que les entre un calor terrible y teman por sufrir un ataque al corazón. Cualquier cosa antes de que les salten los puntos de su pollita descapuchada.
Hace dos días estuve cerca de provocar el caos en Urgencias. Un monosabio de la plaza de Las Ventas se encontraba en uno de los cubículos esperando a ser atendido. Resulta que el quinto de los toros de la corrida se decidió que fuese devuelto al corral por manso y él fue de los encargados de acompañar a los cabestros para retirarlo. Tuvo la mala fortuna de ser pisoteado por uno de ellos al fijarse en una tailandesa con mantilla que se había levantado para ver mejor la maniobra de retirada, mostrando, debido a la diferencia de altura entre el tendido y la arena, una braga azul cielo que atrapó su atención. Cuando sus compañeros le retiraban, le preguntaron por qué se había descuidado y él solo se atrevió a decir: Por el calor.
Ingresado por un supuesto golpe de calor, consecuencia de los ahorros en personal en Sanidad que obligan a los bedeles a escribir las historias clínicas, le habían tumbado sobre una cama de hielo y el pobre monosabio estaba comenzando a delirar pidiendo que le enterrasen en una buhardilla, lo más cerca posible del sol.
Yo pasaba por allí, y, al escuchar sus lamentos, decidí echar un vistazo. Al descorrer la cortina me encontré al mono tiritando como un flan de gelatina. Lo primero que se me ocurrió fue darle calor, para lo cual, le saqué la polla, estaba hecha un alfeñique, y se la froté contra la anilla que tengo en el clítoris, previo desplazamiento de la braga hacia una de mis ingles.
El hombre empezó a dar alaridos. Asustada, me retiré de él. Al mirarle a la cara con detenimiento para tratar de entender reacción tan desproporcionada, le reconocí: Se trataba de un paciente al que habían operado de fimosis hacía dos días y que yo me ocupé de hacerle las primeras curas portándome un poquito mal, como acostumbro de vez en cuando.
Aquél infeliz, todavía gritaba más fuerte, supongo que porque también me había reconocido. Decidí darme la vuelta y alejarme de allí. Sin embargo, el tío se levantó de un salto a grito pelado y me perseguía a la pata coja. Me estaba buscando la ruina. Tenía que encararme con él. Así lo hice. Le amenacé con denunciarle por acoso, y, sin esperar respuesta, intenté alejarme de él. Pero nada, el cabronazo continuaba persiguiéndome a voz en grito.
A todo esto, no podía moverme con facilidad. Sentía fuertes molestias en mis partes. Eran como una especie de tirones, especialmente dolorosos cuando conseguía alejarme un poco de él. Apreté el paso, pero el desgraciado también lo hizo, y eso que seguía a la pata coja. La escena era ridícula. Yo caminando deprisa con un tipo a mi lado, a la pata coja, dando gritos, y hasta me pareció que llorando. Y encima, los putos dolores vaginales que parecían las contracciones de un parto. Aquello no podía continuar. Me frené de golpe. A él le pilló de sorpresa y salió disparado hacia adelante. Yo sentí un dolor espantoso abajo y, de pronto, me vi por los aires, yendo a caer sobre él. El golpe fue inmenso. Quedamos los dos tirados en el suelo, goteando sangre por nuestras partes nobles: aquéllas que se habían matrimoniado gracias a que mi anilla clitoriana se había enganchado a la punta de su polla durante los jueguecillos inocentes que practiqué con él para hacerle entrar en calor.
Desde aquel desgraciado incidente trabajo de monasabia. Me echaron del hospital por exceso de celo. Menos mal que sabía que había quedado esta vacante debido a que la persona que desempeñaba las funciones estaría de baja por un largo periodo de tiempo. Por lo menos, aquel hombre podría presumir de poseer una polla de 120 cm. Otra cosa sería cómo la iba a rellenar.

Madrid, 6 de Marzo de 2012

LUIS RICARDO SUAREZ

NOTA: De las 8 palabras propuestas para incluir en este relato, Luis las ha incorporado TODAS; TODAS, TODAS... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario